S.O.S Discapacitados

Todas las mañanas se despierta con la idea de levantarse y darse una buena ducha, coger el coche e irse a trabajar, ver a sus compañeros y comer con las amigas.
Pero todo se viene abajo al recordar que sus piernas no le responden, entonces vuelven a su mente los pocos recuerdos de aquel terrible accidente.
Como aquel coche se le echó encima al saltarse un semáforo en rojo, se pregunta por que ese día no se puso el cinturón como hacia de costumbre.
Un fuerte dolor de cabeza aparece cada vez que trata de recordar lo que ocurrió después. Sólo sabe que despertó en una cama y no sentía sus piernas, había sufrido una lesión medular que le impediría andar para siempre.

Llama a su madre para que la ayude a levantarse y esta y su hermano la llevan al baño, donde sentada en una silla especial, su madre la baña y mantiene su higiene.
Le resulta vergonzoso que a su edad su madre tenga que verle sus partes más íntimas, se siente una carga para sus familiares, pero por desgracia es la vida que le ha tocado vivir.

La visten y la ponen de nuevo en su silla para poder desayunar, come despacio y pensativa, añora a sus amigos, a su novio el cual no pudo aceptar su estado y la abandonó.
Se pregunta si alguna vez será capaz de aceptar su discapacidad.

Puede dar gracias por que a conseguido mantener su trabajo en la oficina, aunque ahora esta muy limitada y trabaja menos horas.
A pesar de que es un derecho, se siente culpable pues por ella tuvieron que hacer obras y quitar las barreras arquitectónicas que le impedían acceder a su puesto de trabajo.

Su madre la viste con la ayuda de su hermano y se preparan para salir, el nuevo coche con rampa para su subir su silla a costado mucho dinero y su madre no tubo mas remedio que sacarse el carnet de conducir.
Con la mirada perdida se dirige hacia su puesto de trabajo, es el único lugar donde consigue abstraerse un poco de su cruda realidad.

Pasa la jornada inmersa en su trabajo, tratando de olvidarse de que no puede andar. La vuelta a casa se convierte en una tortura, de nuevo encerrada entre esas cuatro paredes que forman su cuarto.
Cena deprisa y pide que la metan en la cama sólo quiere dormir para soñar con un pasado que jamás se repetirá, por que sus piernas, jamás se moverán.

Esta historia la viven de forma similar, miles de personas en nuestro país, muchos ven la vida con optimismo y otros más bien no pueden luchar contra su discapacidad.
Se enfrentan al rechazo social que supone una silla de ruedas, a las miradas indiscretas, a la gente que los señala por la calle.

Cada día para ellos es una lucha contra su entorno, por una vida más digna. Cargan con la pesadumbre de ser un estorbo para sus familias, pierden parcialmente su independencia como personas adultas y muchos se encierran en si mismos cayendo en profundas depresiones.

Por si esto no fuera suficiente, cada vez son más las reclamaciones impuestas en pro de eliminar las barreras arquitectónicas que les impiden acceder a distintos lugares.
Si bien es cierto que se han echo muchos avances en este aspecto, pero no es suficiente, hay muchos lugares como clínicas y centros médicos, accesos a parques, a oficinas, a muchos sitios indispensables que estos pacientes necesitan visitar asiduamente y no pueden.

Ya tienen bastante con la frustración que sienten encadenados a esa silla como para tener que enfrentarse a barreras arquitectónicas.
Sabemos que no podemos tirara abajo una ciudad para amoldarla a sus necesidades pero las instituciones y el gobierno debería prestar un poco más de atención y ayuda a estas personas.

Hay casos recientes de discapacitados que han denunciado al ayuntamiento por prometer este la implantación de cuestas y accesos para ellos, tras haber pasado más de un año desde el anuncio de dicha obra, aún no se ha comenzado a edificar.
Las barreras arquitectónicas no sólo suponen eso, barreras, si no también un peligro.

Las escaleras y escalones, son una trampa para estas personas, las cuales pueden caer con su silla o volcar y esto puede suponer un daño grave para su estado.

Según un estudio de la OCU más de la mitad de los edificios no tienen cerca de la entrada pasos de peatones adecuados para sillas de minusválidos; bien porque no tienen vado, o porque aún teniéndolo están mal construidos y tienen un escalón con un desnivel superior a 3 cm.

Tan solo una tercera parte de los edificios dispone de plazas reservadas para minusválidos frente a la puerta principal; además, apenas una quinta parte de estos edificios cuenta con un parking cercano donde haya plazas reservadas para ellos.

Ni siquiera renfe tiene aún una cantidad aceptable de trenes capacitados para que estas personas puedan acceder a ello y para colmo les prohíben subirse si estos no tienen el acceso.
Pero estas barreras no sólo afectan a las personas que necesitan de una silla de ruedas, si no también a las personas ciegas, aquellas que necesitan muletas y muchos sectores más.

La sociedad debe concienciarse con este problema y buscar soluciones, no podemos mirar para otro lado sólo por que no nos toca de lleno.
Hay muchos proyectos para la eliminación de las barreras, pero muchos están en pausa y algunos ni siquiera han empezado.
Da vergüenza ver como estas personas deben luchar contra algo que se les debería conceder por derecho. No podemos olvidarnos de ellos.

Son personas como cualquier otro impedido, pero personas y necesitan, se merecen que se les trate como tal y se les ofrezcan todas las ayudas posibles para darles la oportunidad de tener una vida más digna.
Tienen suficiente con la lucha diaria a la que se ven sometidos, al esfuerzo enorme que deben hacer para no decaer y seguir adelante como para que encima la sociedad los incapacite más.

Una silla de ruedas, no los hace menos humanos.

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