La hoja de ruta papal

abril 18, 2008

La visita de Benedicto XVI a los EE.UU. ha creado una enorme expectación. No nos perdamos en los detalles, pues es de gran calado. En 1995, en «La sal de la tierra», el cardenal Ratzinger pronosticaba un mundo en el que la Iglesia Católica estaría en minoría. Chocaba con la visión más optimista de Juan Pablo II y fue tachado de agorero. Hace unos días, en una conferencia en la Universidad Católica de Roma, todos los intervinientes daban por bueno el diagnóstico de Ratzinger: no sólo los católicos serán minoría en Europa, sino que ante la fuerza del islam, la Razón tiene poco que oponer.

Estados Unidos es una sociedad donde la religión no ha sido expulsada a sus márgenes. Y esta visita papal viene a reconocer ese gran diferencial con la vieja Europa. Cristiandad y catolicismo no son la misma cosa, pero si Ratzinger estaba en lo cierto y el mundo católico se iba a ver sometido a la tremenda presión de estar en minoría frente a las fuerzas del ateísmo y del islamismo, el Papa Benedicto tiene la tremenda obligación de intentar aproximar todas las iglesias como la mejor forma de reforzar la cristiandad. EE.UU. e Iberoamérica son las zonas donde poder encontrar esa savia de resistencia.

Igualmente, mucho se le ha criticado al Papa por conservador y tradicionalista. Pero cuanto ha hecho no ha sido por capricho. Volver a las esencias -la misa tridentina, por ejemplo- es un mecanismo más de salvación para una iglesia amenazada. Cuando se está en minoría y bajo el asalto de los demás, desde Zapatero al Corán, el apostolado es importante, pero conocer y valorar las esencias resulta vital. Ningún otro sitio mejor que EE.UU. para que el Papa se encuentre con otros líderes religiosos que comparten su visión esencialista.

Bush, esperándole en la escalerilla del avión, rendía tributo a otro resistente, aunque no lo sea de este reino.