Estados Unidos es una sociedad donde la religión no ha sido expulsada a sus márgenes. Y esta visita papal viene a reconocer ese gran diferencial con la vieja Europa. Cristiandad y catolicismo no son la misma cosa, pero si Ratzinger estaba en lo cierto y el mundo católico se iba a ver sometido a la tremenda presión de estar en minoría frente a las fuerzas del ateísmo y del islamismo, el Papa Benedicto tiene la tremenda obligación de intentar aproximar todas las iglesias como la mejor forma de reforzar la cristiandad. EE.UU. e Iberoamérica son las zonas donde poder encontrar esa savia de resistencia.
Igualmente, mucho se le ha criticado al Papa por conservador y tradicionalista. Pero cuanto ha hecho no ha sido por capricho. Volver a las esencias -la misa tridentina, por ejemplo- es un mecanismo más de salvación para una iglesia amenazada. Cuando se está en minoría y bajo el asalto de los demás, desde Zapatero al Corán, el apostolado es importante, pero conocer y valorar las esencias resulta vital. Ningún otro sitio mejor que EE.UU. para que el Papa se encuentre con otros líderes religiosos que comparten su visión esencialista.
Bush, esperándole en la escalerilla del avión, rendía tributo a otro resistente, aunque no lo sea de este reino.