Elena Salgado, una mujer de gustos caros

octubre 26, 2009

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 A la vicepresidenta económica del Gobierno no le cuadran sus cuentas. Posee una exclusiva propiedad inmobiliaria en la Costa Azul, concretamente en el segundo piso de un palacete clásico en pleno centro de Niza. Se abre una incógnita sobre su declaración oficial de patrimonio inmobiliario.

 Ha resultado ser mujer de gustos caros. Elena Salgado, la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Economía y Hacienda, no duda en aparecer ante la opinión pública como la defensora de los «desfavorecidos» cuando presenta la reforma fiscal y sin embargo su vida es un paradigma de lujo. Salgado posee una exclusiva propiedad inmobiliaria en la Costa Azul, concretamente en el segundo piso de un palacete clásico en pleno centro de Niza. Por no hablar de su pasión por el montañismo en el Tirol austriaco; incluso presume de haber subido al Kilimanjaro, el pico más alto de África.

Austeridad sí; pero para otros. Niza, la ciudad que cautivó a Henri Matisse o a Anatole Jakovsky y su arte naïf ,es un verdadero privilegio, en el epicentro de la Costa Azul y símbolo en Francia del turismo más exclusivo. Es donde se relaja la responsable política del peor de los aumentos impositivos de la historia económica española. La vicepresidenta es propietaria de una garçonnière en la plaza más elegante de Niza, asomada al soleado azul Mediterráneo y muy cerca del Hotel Negresco.

La vicepresidenta tiene declarados 236.934 euros de bienes inmuebles (según valor catastral) en los que difícilmente cabe el apartamento francés, teniendo en cuenta sus diversas propiedades inmobiliarias en los mejores barrios de la capital de España. Lo que abre una incógnita sobre su declaración oficial de patrimonio.

¿Una vida de «poderosa» está al alcance de un probo funcionario público? ¿O consecuencia de su actividad privada? La cuestión es dónde cimentó su nada desdeñable patrimonio, que incluye una casa con pretensiones de petit relais en la Costa Azul. Al parecer, el capricho francés proviene de lucrativas operaciones del sector de telecomunicaciones tras dejar la Secretaría de Estado del ramo.

Salgado terminó Ingeniería Industrial en 1972 y era la única mujer de su curso. Luego se especializó en organización industrial (con máster en la Escuela de Organización Industrial) y se graduó en Económicas en la Complutense en 1977. Poco después, en 1982, el felipismo la convirtió en directora de estudios de Instituto para la Pequeña y Mediana Empresa del Ministerio de Industria. De allí pasó al Ministerio de Economía, donde fue directora general de Personal. Salgado asumió el encargo de revisar el sistema retributivo de los funcionarios. Aquello la llevó a algunos consejos de sociedades públicas como Renfe, Hunosa o Transmediterránea. La condición de consejero era en la práctica un sobresueldo gracioso a funcionarios relevantes, un montante que rondaba unos 1.000 euros por mes por cada consejo, que estaban limitados a un máximo de dos simultáneamente.

Salgado asumió la Secretaría General de Comunicaciones del Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente con Josep Borrell como ministro (1991). Allí algunos la llamaban la nazi, tal vez por sus modos y su afición por Wagner. Su relación con los funcionarios fue muy tensa. Recuerdan que enviaba subalternos a recoger ropa a las mejores tiendas de marca de la madrileña calle de Serrano; o que el ascensor de la secretaría se bloqueaba para empleados y visitas, cuando ella quería subir o bajar de su vivienda (en el segundo piso) evitando así los encuentros inoportunos. Sus malas relaciones allí con Javier Nadal, hoy vicepresidente de Telefónica, dieron mucho que hablar.

Presidió los consejos de administración de Correos, Caja Postal e Hispasat y fue miembro también del consejo de Telefónica, hasta la recta final de la primera etapa socialista en la Moncloa. Cuando Salgado dejó la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones (1996) compaginó diferentes experiencias profesionales privadas, algunas de ellas tuvieron que ver con gestiones de lobby, fundamentalmente junto a Ladislao Azcona.

Aunque ella lo obvie en su currículo el felipismo le dio otro trabajo público. El Ministerio de Defensa la condecoró en 1996 con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar (distintivo blanco) por la reorganización que practicó allí, contratada por Gustavo Suárez Pertierra.

También realizó informes sobre adaptación a normas en el sector de las telecomunicaciones con clientes del tipo Airtel o British Telecom, junto a José Ramón Caso, en Lenci Consulting. En esta firma fundada en 1995 trabajó entre 1997 y 2002. Accedió al consejo asesor de la desaparecida Arthur Andersen y de la Universidad Politécnica de Madrid, hasta que en 2002 fue nombrada directora ejecutiva de Vallehermoso Telecom y, en 2003, presidente de 11811 Nueva Información Telefónica (propiedad de la alemana Telegate). Un año después accedió al consejo de Abertis Telecom y desde allí al Gobierno de Zapatero.

Hay que reconocer que Salgado es una mujer muy sincera. “Le dije al presidente que apenas sabía nada de esto”, confesaba en una entrevista refiriéndose a cuando Rodríguez Zapatero la nombró ministra de Sanidad. No contó nunca que tuvo el aval de Alfredo Pérez Rubalcaba, el hombre puente con el felipismo. Empezó muy fuerte con el ánimo de liderar la Organización Mundial de la Salud, pero fracasó. Su mandato —desde abril de 2004 hasta el 9 de julio de 2007— se caracterizó por la primera ley antitabaco o por la unificación de tallas, la ley de reproducción asistida y la investigación genética con usos terapéuticos, que le valieron unos cuantos enfrentamientos con la Conferencia Episcopal. Su amenaza contra el vino no llego a concretarse, pero si su encontronazo con la cadena Burger King, en plena cruzada antigrasa. En Sanidad, se ganó el apelativo de sargento de hierro.

El éxito electoral de Zapatero llevó a Elena Salgado a ser candidata paracaidista por Cantabria (ella es de Orense) y a sustituir a Jordi Sevilla en Administraciones Públicas. Y desde allí su fama de killer-cumpleórdenes a sustituir a Pedro Solbes en la vicepresidencia Económica. A pesar del aumento de su influencia no le ha abierto las puertas de Moncloa a su primer jefe político, Carlos Solchaga, cerradas desde el primer día. Eso sí, ha protagonizado ya la subida de impuestos más grave de la historia económica española.

 ( FUENTE: Intereconomía ).·.